Quienes me siguen en redes, algo se habrán enterado.
Hace una semana me dieron la buena noticia de que este newsletter fue seleccionado para participar del programa Google News Initiative Startups Lab Argentina, junto a otros 19 proyectos de todo el país.
Es una iniciativa en colaboración con SembraMedia y FOPEA para impulsar la creación de medios innovadores en el país. Estoy muy entusiasmada porque sé que voy a aprender mucho, me voy a conectar con gente muy grosa y voy a poder plasmar todos esos conocimientos en este newsletter, que también existe gracias a ustedes.
Esto significa que Redes Pop puede cambiar, mejorar, crecer, transformarse. Quiero que le sirva a muchas personas, ojalá algunas de mis ideas se hagan realidad. Ustedes serán testigos privilegiados.
Les cuento un poco de qué se trata el programa. Es una incubadora que incluye entrenamiento, mentorías personalizadas, intercambios con especialistas y varias cosas muy interesantes. Vamos a profundizar en cuestiones como liderazgo, modelo de negocios, branding, audiencia, contenido, finanzas. Todo lo que se necesita para gestionar un emprendimiento periodístico, más allá de tener una idea.
Esa me pareció una de las enseñanzas más importantes que me puede dejar para la vida este programa: entender si un proyecto es viable. Muchas veces nos enamoramos de ideas y como nos gustan tanto queremos que se transformen en nuestro trabajo. ¿Queremos eso o un hobby? ¿Un hobby que nos de ingresos? ¿ O un proyecto que podamos disfrutar sin pensar en un modelo de negocios? ¿O queremos transformar una idea que nos gusta en un emprendimiento, con todo lo que eso conlleva?
Piano
Este newsletter será un poco diferente al resto, es personal. Así que les voy a contar una experiencia más íntima que tiene que ver, justamente, con un hobby.
Hace unos años empecé a estudiar piano, una deuda que tenía pendiente desde que iba al jardín y vi a la profesora de música sacar sonido de las teclas. El piano me flechó desde que tenía cinco años. Fui a varios profesores, cada uno con su técnica. Practicaba absolutamente todos los días, como me aconsejaron. A veces, horas; otras, diez minutos. Todo lo quería era tocar canciones que me gustaran, no me importaba el nivel en el que estaba.
Esa intensidad de práctica la mantuve durante cinco años. Aprendí que los dedos se elongan cuando tenés manos chiquitas (como las mías). Llegué a tocar tangos, cortinas musicales de películas, cualquier cosa que escuchaba y me enamoraba. Y un sueño: la Sonata No.8 “Pathétique” de Beethoven (2do. movimiento). Me llevó un año aprenderla. Al ser obras complejas no se puede decir que una las aprende, pero vamos a poner ese verbo igual.
Técnica más interpretación. La interpretación era lo más difícil, porque ahí mezclás las instrucciones de la partitura con las emociones, la conexión de las manos, la postura del cuerpo, la expresión, los silencios y esa cosa indescriptible de transmitir magia. Ah, pero qué felicidad cuando simulaba que lo hacía como Martha Argerich.
Todo eso lo hice para mí, practicaba con auriculares, sin que nadie me viera ni escuchara de forma presencial, no quise participar de ninguna banda, ni dar conciertos, ni tocar en cumpleaños familiares. En mi casa me grababa cuando estaba sola, con el celular colgado en un cuadro con relieves que tenía en la pared. El online era la forma que disfrutaba de compartir mis humildes interpretaciones.
Tocar el piano era un hobby para mí. Podía hacerlo con todos los errores que yo quisiera, sin presiones, con el disfrute de ir sin niveles: de cero a Beethoven. Tocaba cien veces la misma canción en el día sin que ningún algoritmo me etiquetara como “contenido repetido”. Sin pensar en la productividad ni en las métricas, solo en la felicidad que me daba cumplir el sueño que tenía desde los cinco años. Así como tengo otros hobbies más participativos, qué lindo es disfrutar de ellos sin querer transformarlos en otra cosa.
Me parece una gran clave de vida poder distinguir entre hacer lo que nos gusta y trabajar de lo que nos gusta. Si todo marcha bien, este newsletter se va a convertir en un trabajo para mí. En uno que me gusta. Ya lo era, solo que ahora tendrá algunos condimentos indicados. En el próximo envío les cuento cómo sigue todo.
Mi humilde versión de Beethoven:
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