Una edición anti-redes
"Me quiero desconectar un tiempo de las redes, pero trabajo con ellas". ¿Qué hago? Te entiendo, a mí también me pasó. Te invito a hacer catarsis conmigo.
Seguro te llegó ese momento en el que te agotaste de las redes. La exposición de la intimidad, la presión por usarlas de tal o cual manera, el ambiente tóxico, la urgencia de todo en un minuto, la necesidad de “vendernos”, los likes que decimos que no importan, pero a veces sí importan.
Y queremos desconectarnos, pero sentimos un poco de culpa ¿no? Porque “hoy todo pasa por ahí”.
Así que en ocasiones avisamos que es por un motivo: “Quiero contarles que estuve un poco ausente de las redes porque tal cosa”. “Eliminé Instagram de mi celular para optimizar el tiempo”. “Por las redes dejé de leer libros, así que voy a tomarme descansos para retomar las lecturas”. “Ando poco por acá porque estoy de vacaciones”. La necesidad de explicar es constante. Aún cuando no somos usuarios muy activos: “no, yo no soy mucho de redes”.
En casos de violencia online, el foco a veces está puesto en que tal persona “tuvo que eliminar” su cuenta de redes, más que en la violencia que sufrió. Un tema complejo que no será el eje de hoy.
Cuando trabajamos con las redes, abandonarlas de forma voluntaria -aunque sea de forma temporal- puede tener un costo. Por eso dicen: “el lujo es la desconexión”.
Este newsletter, que se enfoca en profundizar estrategias para redes, hoy tendrá una edición anti. Son mis pensamientos y yo. Pasen y desahóguense conmigo 🤗
Palabra clave: desconexión
Soy una nerd de YouTube y me acuerdo de momentos históricos. Uno de ellos fue cuando El Rubius se tomó un descanso como youtuber en 2018, en uno de los picos de su carrera, por cuestiones de salud mental.
“Cada vez siento más presión, cada vez me pongo más nervioso, cada vez me cuesta más respirar”, decía en relación a hacer videos. “Lo que me hace falta es irme una temporada, desconectarme un poco de todo esto”. Un camino que siguieron varios creadores con un nivel muy alto de exposición.
Palabra clave: desconexión. Como una sensación de alivio, de no estar atado a algo. Como cuando desenchufamos algo que hacía mucho ruido y de repente llega ese segundo de silencio que nos transmite paz.
Las redes, pero también el contexto
Me la paso leyendo informes e investigaciones sobre el malestar que nos generan las redes, ¿la culpa es toda de ellas? Me recuerda a una frase que se repite mucho: “la tecnología avanza a pasos agigantados”. Es más fácil reducir un hecho a un concepto, que a todo un contexto complejo que es necesario entender.
¿Qué es lo que avanza a pasos agigantados? Como si la tecnología fuese un sujeto neutral, sin intereses por detrás, que va corriendo velozmente cual Usain Bolt.
¿Por qué nos sentimos sumergidos en las redes? Más allá de cuestiones de diseño, hubo un contexto propicio que les permitió crecer: la adopción masiva de smartphones e internet. Con la facilidad de tenerlas en nuestra mano, llevamos a las redes a todos lados. Hasta cuando nos vamos de vacaciones, e incluso al baño. ¿Cómo no sentirnos agotados de ese acompañamiento casi de sombra?
Reducir el tema a monitorear el tiempo frente a la pantalla es, para mí, insuficiente. Comprender dónde estamos parados, en nuestro tiempo como contexto histórico, es una de las claves.
Y si esto parece muy ambicioso me gusta la propuesta de Jenny Odell, autora del best seller: “Cómo no hacer nada: resistirse a la economía de la atención”. Frente a la mentalidad optimizadora, que vive pensando en el futuro, prestar más atención al momento que estás viviendo y con quien lo estás compartiendo.
Vendernos como productos es agotador
Las redes también nos agotan porque funcionan como vidriera donde nos “tenemos que vender” todo el tiempo. Para conseguir trabajo, para gustarle a alguien, para mantener una reputación. Hasta la espontaneidad no es espontaneidad. Video de “Así soy cuando me levanto por las mañanas”. ¿En serio? Permitime dudar🤔
En este escenario, nos encontramos con la tendencia de la validación social. Buscar aprobación o aceptación de nuestros pensamientos o nuestra imagen a través de los likes, de los comentarios, de los seguidores. Lo que lleva también a la comparación constante por lo que hace el otro, por cómo es el otro, por lo que el otro tiene.
¿Cómo no agotarnos de todo esto en algún momento? Aún cuando digamos que no, que a nosotros no nos pasa.
“No compares tu interior con el exterior de otra persona”, dice este tuit que me gustó mucho.
Entonces, ¿la culpa es toda de las redes sociales?
Me gustaría cerrar con un planteo que en 1999 hizo la investigadora danesa Kirsten Drotner, especializada en estudio sobre medios.
La naturaleza lineal y siempre cambiante de la modernidad hace que sus habitantes estén acostumbrados a la pérdida y sean nostálgicos. La creencia de que tanto el pasado siempre es mejor, y de que una nueva tecnología nos hace menos humanos, es tan antigua como Platón. Incluso podríamos decir que temer por nuestra pérdida de humanidad es uno de nuestros mayores rasgos humanos. La preocupación actual en torno a la tecnología digital se hace eco de debates morales anteriores en torno a la televisión, el cine, el teléfono, la máquina de escribir o incluso la propia imprenta. Muchos se encontraron con focos de rechazo y contraataque cultural.
Iba a terminar esta edición diciendo que más que enfocar en la desconexión, conectémonos con lo que queremos, pero me pareció muy cursi.
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Si este newsletter te llegó hoy por primera vez, acá podés ver las ediciones anteriores que no son tan anti-redes:
Cómo hacer anuncios en redes sin perder plata // Cómo publicar en LinkedIn sin usarla como Facebook // Cómo crear y editar videos para redes // Sobrinity Manager no es Community Manager // La estrategia en redes del gigante del alfajor
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Nos leemos ¡Hasta la próxima!
Excelente desahogo!